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domingo, 29 de enero de 2012

Rubén Darío

Bibliografía
Rubén Darío, nacido como  Félix Rubén García Sarmiento en 1867 y fallecido en 1916, fue el primer hijo del matrimonio formado por Manuel García y Rosa Sarmiento.
Fue un poeta nicaragüense y fue el máximo representante del modernismo con un libro Azul en 1888.
La infancia del poeta transcurrió el León,  estudió en una escuela de jesuitas, fue un lector precoz y empezó pronto a escribir sus versos. A sus trece años publicó en el periódico una elegía Una Lágrima, también colaboró en El Ensayo, una revista literaria en la que alcanzó su fama como “poeta niño”. Se comenzó a interesar por las obras de Víctor Hugo, sus obras muestra la importancia del pensamiento liberal. En esta época publicó su primer libro titulado como Poesías y artículos en prosa.
Rubén en Managua era colaborador de dos diarios, El Ferrocarril y El Porvenir de Nicaragua, más tarde se trasladó a El Salvador, donde conoció a Francisco Gavidia que era un gran conocedor de la poesía francesa, Rubén intentó adaptar los versos alejandrinos francés a la métrica castellana, son estos versos alejandrinos los que se convertirán en un rasgo de la poesía de Rubén Darío, pero no solo en su poesía, sino también en un rasgo característico del modernismo.
Volvió a León, donde residió por poco tiempo y más tarde se trasladó a Granada, pero acabó volviéndose a trasladar a Managua, escribió un segundo libro titulado Epístolas y poemas, libro que no se publicó hasta 1888 donde apareció con el título de Primeras notas.
Rubén probó también suerte en el teatro, donde llegó a estrenar Cada oveja, que tuvó un gran éxito, la vida en Managua le parecía insatisfactoria, por lo que se trasladó a Chile, donde logró publicar Abrojos, trabajó en el diario El Heraldo, y fue ya como con ayuda de Eduardo Poirier y Eduardo de la Barra publicó su libro Azul, libro con el que iniciaba el Modernismo.
Contrajo matrimonio en San Salvador con Rafaela Contreras, con quién tuvo su primer hijo Rubén Darío Contreras, dejando a su familia en Costa Rica él marchó a Guatemala, y más tarde a Nicaragua, donde el gobierno nicaragüense le nombró miembro de la delegación que iba a enviar a Madrid,
En su viaje a España paró en La Habana, desembarcó en Santander y de allí a Madrid hizo su viaje en tren, volvió a Nicaragua dónde se le comunicó la grave enfermedad de su esposa que más tarde le llevó a la muerte.
En 1893 permaneció en Managua donde renovó  sus amoríos con Rosario Murillo, quién más tarde la familia le obligó a casarse con ella, viajó a Panamá con su esposa dónde recibió la noticia de que el presidente colombiano Miguel Antonio Caro le había concedido el cargo de cónsul en Buenos Aires, por lo que dejando a su esposa en Panamá emprendió su viaje a Buenos Aires.
En Buenos Aires, Darío colaboró en varios periódicos, y publicó artículos en La Prensa,
La Tribuna y El Tiempo.

El 3 de mayo de 1895 murió su madre a quién él no conoció apenas, pero su muerte le afectó considerablemente. En 1896 publicó dos libros allá en Buenos Aires, Los raros y Prosas profanas y otros poemas.
Darío volvió a España cuándo se enteró de que allí La Nación necesitaba un corresponsal, para informar sobre el desastre de 1898.
En España, admiraron a Darío un grupo de poetas defensores del Modernismo, entre estos modernistas estaban Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán y Jacinto Benavente.
En 1900 viajó por segunda vez a París, con el encargo de La Nación de cubrir la Exposición Universal que tuvo lugar en la capital francesa.
En 1901 publicó la segunda edición de Prosas profanas, estando aún casado con Rosario conoció en Madrid a Francisca Sánchez del Pozo, donde en este mismo año tuvo una hija Carmen Darío Sánchez, y en 1903 nació su segundo hijo con Francisca, Rubén Darío Sánchez.
En 1905 e trasladó a Madrid dónde publicó Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas.
En 1907 Darío estaba enfermo de alcoholismo, cuando se recuperó regresó a París, tras dos breves escalas en Nueva York y Panamá llegó a Nicaragua.
En 1910 viajó a México para conmemorar el centenario de la independencia azteca, en 1912 aceptó la oferta de Rubén y Alfredo Guido para dirigir dos revistas Mundial y Elegancia.
En 1913 viajó a Mallorca dónde comenzó su novela El oro de Mallorca. En 1914 se instaló en Barcelona donde dio a la imprenta su última obra poética de importancia, Canto a la Argentina y otros poemas.
Al estallar la primera Guerra Mundial, se fue a América, en 1925 se trasladó a Nueva York, más tarde a Guatemala, regresó a Nicaragua y llegó  a León en 1916 donde falleció.

Influencias

En la poesía de Rubén Darío influyó mucho la poesía francesa, le influyeron escritores románticos como  Víctor Hugo, la influencia de los parnasianos y el simbolismo muy influido por Paul Verlaine.
El mismo año que publicó Prosas profanas, publicó Los raros, que se lo dedicó a algunos escritores por los que Darío sentía una gran admiración. Fue un gran admirador de Bécquer, y los temas españoles están ya presentes en su obra Prosas profanas.


Recursos formales
Para el modernismo y para Rubén, la poesía era música, la obra de Rubén Darío supuso una revolución en la métrica castellana, junto al octosílabo y al endecasílabo, Darío empleó el eneasílabo, el dodecasílabo y el alejandrino, una de las figuras retóricas que Rubén Darío utiliza es la sinestesia que logra asociar la pintura y la música, en la poesía de Daría en torno a la pintura tiene un gran interés por el color y en la musicalidad a parte del ritmo y del léxico del poema, lo mantiene presente en numerosas imágenes.
El símbolo más característico y que más suele utilizar Darío es el cisne, aunque también suele utilizar como símbolo al centauro.
Temas
El erotismo es uno de los temas centrales de la poesía de Rubén Darío, este se convierte para Darío en el centro de su cosmovisión poética.
Estrechamente relacionado con el tema del erotismo está el recurso a escenarios exóticos, lejanos en el espacio y en el tiempo, entre sus escenarios se encuentra el que le proporciona la mitología de la antigua Grecia, algunas de las figuras mitológicas que Darío utiliza son ninfas, centauros, sátiros, etc.
A la poesía de Rubén Darío le atraviesa una corriente existencial sobre el sentido de la vida, y se puede ver en su poema “Lo fatal”. Darío se aparta de la ortodoxia católica para buscar la religiosidad sincrética, entremezclara influencias orientales, paganismo y varias corrientes ocultistas.


Legado
La influencia de Rubén Darío fue inmensa en los poetas tanto de España como de América, las obras de Darío llegaron incluso a memorizarse en las escuelas debido a la gran popularidad que el poeta alcanzó. Después de la Primera Guerra Mundial y con la aparición de las vanguardias los poetas le dieron la espalda a la estética del modernismo.



Poemas

Canción de Otoño en Primavera
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.
Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.
Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.
Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...
En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...
Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.
Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;
y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.
¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.
En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!
Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro!

A Juan Ramon Jiménez

 
¿Tienes, joven amigo, ceñida la coraza
para empezar, valiente, la divina pelea?
¿Has visto si resiste el metal de tu idea
la furia del mandoble y el peso de la maza?


¿Te sientes con la sangre de la celeste raza
que vida con los números pitagóricos crea?
¿Y, como el fuerte Herakles al león de Nemea,
a los sangrientos tigres del mal darías caza?


¿Te enternece el azul de una noche tranquila?
¿Escuchas pensativo el sonar de la esquila
cuando el Angelus dice el alma de la tarde?...


¿Tu corazón las voces ocultas interpreta?
Sigue, entonces, tu rumbo de amor. Eres poeta.
La belleza te cubra de luz y Dios te guarde.

Los cisnes
A Juan Ramón Jiménez

¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
al paso de los tristes y errantes soñadores?
¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,
tiránico a las aguas e impasible a las flores?

Yo te saludo ahora como en versos latinos
te saludara antaño Publio Ovidio Nasón.
Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos,
y en diferentes lenguas es la misma canción.

A vosotros mi lengua no debe ser extraña.
A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez...
Soy un hijo de América, soy un nieto de España...
Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez....

Cisnes, los abanicos de vuestras alas frescas
den a las frentes pálidas sus caricias más puras
y alejen vuestras blancas figuras pintorescas
de nuestras mentes tristes las ideas obscuras.

Brumas septentrionales nos llenan de tristezas,
se mueren nuestras rosas, se agostan nuestras palmas,
casi no hay ilusiones para nuestras cabezas,
y somos los mendigos de nuestras pobres almas.

Nos predican la guerra con águilas feroces,
gerifaltes de antaño revienen a los puños,
mas no brillan las glorias de las antiguas hoces,
ni hay Rodrigos ni Jaimes, ni han Alfonsos ni Nuños.

Faltos del alimento que dan las grandes cosas,
¿qué haremos los poetas sino buscar tus lagos?
A falta de laureles son muy dulces las rosas,
y a falta de victorias busquemos los halagos.

La América Española como la España entera
fija está en el Oriente de su fatal destino;
yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera
con la interrogación de tu cuello divino.

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?

He lanzado mi grito, Cisnes, entre vosotros,
que habéis sido los fieles en la desilusión,
mientras siento una fuga de americanos potros
y el estertor postrero de un caduco león...

...Y un Cisne negro dijo: "La noche anuncia el día".
Y uno blanco: "¡La aurora es inmortal, la aurora
es inmortal
!" ¡Oh tierras de sol y de armonía,
aun guarda la Esperanza la caja de Pandora!


Lo fatal

A René Pérez.

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésta ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos...!

Alaba los ojos negros de Julia

¿Eva era rubia? No. Con negros ojos
vio la manzana del jardín: con labios
rojos probó su miel; con labios rojos
que saben hoy más ciencia que los sabios.

Venus tuvo el azur en sus pupilas,
pero su hijo no. Negros y fieros,
encienden a las tórtolas tranquilas
los dos ojos de Eros.

Los ojos de las reinas fabulosas,
de las reinas magníficas y fuertes,
tenían las pupilas tenebrosas
que daban los amores y las muertes.

Pentesilea, reina de amazonas;
Judith, espada y fuerza de Betulia;
Cleopatra, encantadora de coronas,
la luz tuvieron de tus ojos, Julia.

La negra, que es más luz que la luz blanca
del sol, y las azules de los cielos.
Luz que el más rojo resplandor arranca
al diamante terrible de los celos.

Luz negra, luz divina, luz que alegra
la luz meridional, luz de las niñas,
de las grandes ojeras, ¡oh luz negra
que hace cantar a Pan bajo las viñas!

De otoño

Yo sé que hay quienes dicen: ¿Por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
Esos no ven la obra profunda de la hora,
la labor del minuto y el prodigio del año.

Yo, pobre árbol, produje, el amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡dejad al huracán mover mi corazón! 


Pegaso

Cuando iba yo a montar ese caballo rudo
y tembloroso, dije: «La vida es pura y bella.»
Entre sus cejas vivas vi brillar una estrella.
El cielo estaba azul, y yo estaba desnudo.

Sobre mi frente Apolo hizo brillar su escudo
y de Belerofonte logré seguir la huella.
Toda cima es ilustre si Pegas o la sella,
y yo, fuerte, he subido donde Pegaso pudo.
Yo soy el caballero de la humana energía,
yo soy el que presenta su cabeza triunfante
coronada con el laurel del Rey del día;

domador del corcel de cascos de diamante,
voy en un gran volar, con la aurora por guía,
adelante en el vasto azur, ¡siempre adelante!   
 

Bibliografia:

http://es.wikipedia.org/wiki/Rub%C3%A9n_Dar%C3%ADo#Biograf.C3.ADa

http://www.poemas-del-alma.com/ruben-dario.htm#subiografia

http://www.los-poetas.com/a/dario.htm


Trabajo realizado por: Julia Mª Rosales Camacho 2º Bachillerato A

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