Después de dos años y medio de investigación, es patente que alguien ha intentado que, en lo relativo al 11-M, los ciudadanos miremos hacia otro lado. En vez de fijar nuestra atención en lo que explotó en los trenes y en cómo se montaron las bombas, nos han distraído con pruebas que se muestran cada día más débiles. Como en los trucos de ilusionismo, en los que el mago atrae nuestra atención con la mano drecha mientras con la izquierda prepara el mazo de cartas, también en la investigación de la masacre del 11 M hemos asistido a un ejercicio de prestidigitación. Todo lo que se hizo desde un principio estaba destinado exclusivamente a apartar nuestra vista - y la del juez- de lo fundamental para que nos perdiéramos en tramas falsas y pruebas que aparecen en comisariás en vez de en el lugar de los hechos.
NUMERO 1 : NO SE ENVIARON LAS MUESTRAS A LA POLICIA CIENTIFICA
Son muchas las irregularidades que condujeron a que sigamos sin saber qué explotó en los trenes.
Para empezar, las muestras recogidas en los fotos de explosión de los trenes hubieran debido enviarse a la Policía Científica, que es quien se encarga de realizar todos los análisis en las investigaciones. En lugar de eso, las muestras recogidas en los trenes se enviaron a la Unidad Central de Desactivación de Explosivos) los Tedax,
que no dispone de laboratorios sotisficados.
A la policia cientifica sólo se le permitió analizar los explosivos encontrados fuera de los trenes (por ejemplo, el explosivo encontrado en la fugoneta de Alcalá o el de la mochila de Vallecas).
Pero las muestras encontradas en los trenes, que eran las verdaderamente importantes, se guardaron cuidadosamente en poder de los Tedax. Ni siquiera se cumplieron los protocolos en lo que a los Tedax se
refiere. Porque el protocolo marca que, si esas muestras se envían a los Tedax, deben enviarse a la sede del grupo de Tedax provincial, no a la Unidad Central. Así se recoge en la declaración del jefe provincial de
los Tedax ante el juez Del Olmo. Nadie ha querido explicar todavía por qué se quiso mantener al mar-
gen a la Policía Científica.
NUMERO 2: NO SE DETERMINÓ LA CANTIDAD DE EXPLOSIVO DE LAS
BOMBAS
En los informes policiales entregados al juez, los Tedax le dijeron a Del Olmoque las bombas de los trenes tenían entre cinco y diez kilos de Goma-2ECO. ¿Cómo llegaron a esas conclusiones?
Con respecto a lo de que era Goma-2 ECO, ya hemos visto que esa
conclusión no se basaba en los análisis de los restos encontrados en los
trenes: se decía que era Goma-2 ECO simplemente porque la mochila de
Vallecas tenía Goma-2 ECO.
Por lo que toca a la cantidad de explosivo, el razonamiento utilizado era
igual de peregrino. Decían que había entre cinco y diez kilos de dinamita en
cada bomba porque en la mochila de Vallecas había diez kilos de explosivo y
en una de las bombas detonadas por los Tedax en las estaciones había cinco
kilos de explosivo.
Lo que hubiera debido hacerse es analizar los destrozos ocasionados en
cada foco de explosión y deducir, a partir de ellos, la cantidad de explosivo
necesaria. Esa tarea la realizó un experto en desactivación de explosivos
para la emisora CityFM, utilizando el tamaño de los cráteres dejados por
cada bomba. Y las conclusiones fueron que, si el explosivo había sido
dinamita, la cantidad de explosivo de cada bomba estaba entre uno y dos
kilos. Si se hubiera utilizado explosivo militar, habrían bastado entre
quinientos y ochocientos gramos para provocar esos destrozos.
Esos valores son muy inferiores a los que indicaron los Tedax al juez.
NUMERO 3: NO SE PUEDEN ESCONDER MOCHILAS DEBAJO DE
ASIENTOS ABATIBLES
La del tamaño de las bombas no es la única información falsa que le
han hecho llegar al juez Del Olmo acerca de los artefactos empleados
en los trenes. También le dijeron en varios informes policiales que algunas
de las mochilas estaban situadas debajo de asientos de los trenes.
El problema es que algunos de esos asientos que se identifican en
los informes policiales son abatibles. ¿Cómo van a esconder los terroristas
una mochila-bomba debajo de un asiento que se levanta por sí solo en
cuanto uno se pone de pie? La mochila quedaría inmediatamente a la vista.
Tratar de esconder una mochila-bomba debajo de un asiento normal y
luego bajarse dejándola allí resulta arriesgado (porque alguien puede
llamarte la atención), pero sería posible. Pero, ¿cómo dejar abandonada una
mochila-bomba debajo de un asiento abatible sin que nadie te llame la
atención al irte?
Incluso aunque fuera posible que nadie te llamara la atención, ¿para
qué querría un terrorista aumentar el riesgo dejando las mochilas
debajo de asientos abatibles, en lugar de dejarlas debajo de asientos
normales, o en los altillos portaequipajes?
No son las únicas incongruencias de los informes policiales en lo que res-
pecta a la ubicación de los artefactos en los trenes. Uno de los artefactos que
estallaron estaba colocado (teniendo en cuenta los daños de los trenes)
entre dos filas de asientos enfrentadas, sin estar oculto debajo de nada.
¿Nos pretenden decir que el terrorista se sentó, depositó su mochila
delante de todo el mundo, se levantó y se fue sin que nadie le dijera nada?
Pero hay otro caso aún más llamativo. En el vagón uno de Atocha se
encontró una mochila sin detonar, que los Tedax hicieron estallar allí
mismo. Lo curioso es que, según las declaraciones de los Tedax, esa
mochila se encontraba en mitad del pasillo. No estaba oculta debajo de
nada, sino directamente en el centro del pasillo.
NUMERO 4: PARTE DE LOS ARTEFACTOS SE ENCONTRABA EN LAS
PAPELERAS
La realidad es que al juez Del Olmo le contaron lo de los asientos
abatibles para ocultar lo que los informes policiales de las primeras horas
apuntaban: que, en realidad, algunos de los artefactos estaban dentro de
las papeleras que hay al lado de esos asientos abatibles.
¿Y para qué querría alguien ocultar el hecho de que algunos de los
artefactos se encontraban dentro de las papeleras? Pues por la sencilla
razón de que ni debajo ni dentro de esas papeleras podría caber nunca
una mochila con varios kilos de explosivo.
Si algunos de los artefactos estaban dentro de las papeleras, se
confirma que el tamaño de las bombas era mucho menor del que nos
dijeron y que, por supuesto, no se utilizaron mochilas ni bolsas al menos
en varios de los focos de explosión.
Lo que más llamativo resulta es que sucesivos informes policiales digan
cosas contradictorias sobre la posición de los artefactos: que en los primeros
informes se indique que algunas bombas estaban en las papeleras y que, sin
ninguna explicación, otros informes posteriores sitúen esas mismas bombas
debajo de asientos abatibles. Como también resulta muy llamativo que el
juez Del Olmo aceptara todas esas contradicciones sin rechistar ni pedir
aclaraciones.
NUMERO 5: NO SE HA INFORMADO DE LAS MUESTRAS ELECTRÓNICAS
ENCONTRADAS
El asunto del explosivo no es la única incógnita en lo que a las bombas
del 11-M respecta. Tampoco nadie ha tenido la deferencia de informarnos
de qué tipo de circuitos iniciadores se usaron en las mismas.
Cuando se produce un atentado, las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado no sólo recogen muestras del material explosivo
para analizarlo, sino también todos los fragmentos de los dispositivos
electrónicos que se hubieran utilizado para activar las bombas.
Después, reconstruyen a partir de esos fragmentos el tipo de dispositivo
y determinan si se ha usado un móvil, un temporizador, un reloj o
cualquier otra cosa como mecanismo de activación.
Esa labor de reconstrucción de los circuitos de activación se hace
siempre. Por ejemplo, en el caso de los atentados de ETA se ha sido capaz
de determinar en muchísimas ocasiones no sólo la marca del
temporizador utilizado, sino incluso el modelo concreto.
Esa labor de reconstrucción no se hace por simple curiosidad, sino
como ayuda para juzgar a los culpables en su momento y, sobre todo,
para saber cómo han operado los terroristas y desarrollar posibles
mecanismos de protección para el futuro.
Entonces, si en todos los atentados que se han sufrido anteriormente
se ha intentado con un gran éxito reconstruir los dispositivos
iniciadores empleados por los terroristas, ¿nos pretenden decir que en las
diez explosiones del 11-M no se pudo reconstruir ni uno solo de los circuitos
iniciadores?
Observe que nos han hecho con los dispositivos iniciadores la misma
jugada que con el explosivo: nos dicen que en los trenes se usaron
teléfonos móviles porque en una mochila aparecida en una comisaría
había un teléfono móvil, no porque hayan logrado reconstruir los
móviles supuestamente utilizados en las bombas.
¿Por qué nadie nos ha informado de qué restos electrónicos se recogieron
en los diez focos de explosión del 11-M?
NUMERO 6: SE HAN OCULTADO LOS DATOS SOBRE LA MOCHILA DE
ATOCHA
Las ocultaciones sobre lo que se encontró en los trenes no terminan
aquí. No sólo se han ocultado los informes de los explosivos y los
informes sobre reconstrucción de los dispositivos iniciadores, sino que
tampoco han querido proporcionar casi ningún dato sobre los dos
artefactos que se encontraron intactos.
En Atocha, los Tedax encontraron una mochila de colegial en el primer
vagón del tren, llena (al parecer) de explosivo. Esa mochila apareció en
mitad del pasillo, perfectamente a la vista. Lo cual sólo puede querer decir
que alguien (su portador) la abandonó y salió corriendo al oír las explo-
siones que tuvieron lugar en los vagones anteriores.
Lo normal es que los Tedax hubieran fotografiado esa mochila y su
contenido: sin embargo, nadie ha aportado ninguna foto de esa bomba.
Tampoco se adjuntó al sumario ninguna descripción verbal de ese
artefacto hasta más de quince meses después del atentado, y sólo
cuando el juez llamó a declarar a los tedax que estuvieron en Atocha.
¿Cómo es posible que la Policía no proporcionara desde el principio una
descripción exhaustiva y detallada de lo que había encontrado en esa
mochila?
Para colmo, lo único concreto que sabemos es que en esa mochila de
Atocha encontrada intacta y detonada por los Tedax no había teléfono
móvil. Entonces, ¿qué aparato de iniciación se empleó?
Asimismo, ¿nos están diciendo que los Tedax no tomaron ninguna
muestra de explosivo antes de detonar el artefacto? ¿Nos están
diciendo que en esa mochila que fue detonada de forma controlada
tampoco pudieron encontrar suficientes restos de explosivo para
efectuar un análisis y determinar el explosivo empleado? ¿Nos están
diciendo que tampoco pudieron encontrar los restos electrónicos del
iniciador, para reconstruirlo y decirnos qué se empleó?
La situación es todavía más confusa en lo que respecta a la otra mochila
que los Tedax encontraron sin estallar e hicieron detonar en las estaciones...
NUMERO 7: ¿ESTABAN ENCENDIDOS O APAGADOS LOS MÓVILES?
Cuando el policía municipal Jacobo Barrero sacó una mochila-bomba de uno
de los vagones de la estación de El Pozo, la depositó en el andén y fue a
buscar ayuda. Además de Jacobo Barrero, contamos con otros cuatro tes-
tigos que vieron esa mochila y (con mayor o menor grado de detalle) su
contenido. Después de que Jacobo Barrero la sacase, fueron dos policías
nacionales de la sección motorizada los que procedieron a alejar a la gente y
acordonar el artefacto. Posteriormente, dos tedax se encargaron de neu-
tralizar aquella mochila.
Hace varios meses, el periódico La Nueva España comentaba la noticia
de que los dos policías nacionales (ambos de origen asturiano) de la sección
motorizada habían sido condecorados, y publicaba una entrevista con ellos.
En esa entrevista hay un párrafo en concreto que llama mucho la aten-
ción. Dicen los dos agentes: «Los Tedax nos confirmaron que mientras
estuvimos allí el teléfono móvil que debía hacer detonar la mochila sonó tres
veces. Pudimos volar por los aires, pero en ese momento no piensas en que
puedes quedarte allí... O quizá sí, y por eso te afanas en tu labor de señalar
el artefacto, acordonar la zona y alejar del lugar a todo el mundo».
Es decir, esos dos testigos afirman que, según los Tedax, el teléfono de la
mochila de El Pozo no estaba apagado, sino que era capaz de recibir llama-
das. En otras palabras: a diferencia de la mochila de Vallecas, donde el telé-
fono se usaba en modo alarma (y estaba apagado), lo que había en la mo-
chila de El Pozo era un móvil encendido, preparado para activar la explosión
por una llamada.
Otro dato más que apuntar a la ya larga lista de incoherencias entre la
mochila de Vallecas y la de El Pozo. En este caso, el juez tuvo que llamar a
declarar a esos dos agentes a petición de una de las acusaciones. Los
agentes se retractaron ante el juez de esas afirmaciones, aduciendo que el
periodista les había entendido mal. Pero la duda queda ahí: ¿estaba encen-
dido o apagado ese móvil?
NUMERO 8: PERSONAS QUE NO SON ÁRABES DEPOSITANDO MOCHILAS
Lo cierto es que en los trenes también hubo testigos que vieron a personas
que no eran árabes depositando mochilas o bolsas. La Policía entrevistó a
una testigo de los trenes, R. M. D. M., en el hospital Gómez Ulla la misma
tarde del 11 de marzo. Esa testigo describió a un hombre que se había
cambiado de asiento en la estación de Coslada, había depositado bajo el
mismo y con sumo cuidado una bolsa de deporte y luego se había bajado
precipitadamente en Santa Eugenia, dejando la bolsa olvidada. Al arrancar el
tren, el hombre se quedó mirando desde el andén cómo se iba el convoy. El
episodio llamó tanto la atención que dos chicas que estaban sentadas al lado
de la testigo lo comentaron entre sí. Posteriormente, estallaría una bomba en
el vagón.
La testigo describe así al hombre: de complexión gordita, de 30 a 35 años,
una altura de 1,65 ó 1,70, pelo corto de punta, cara muy redonda y la piel
muy blanca. Curiosamente, estas palabras de la testigo sólo aparecen en el
resumen de diligencias policiales, sin que se aportara al sumario aquel 11 de
marzo ningún acta de declaración formal.
Tres semanas más tarde, el 30 de marzo de 2004, la Policía toma
declaración a la testigo, que se encontraba ya en su casa, y esta vez sí que
se aporta el acta formal de declaración. Y, sorprendentemente, en ese acta
enviada al juez, la testigo vuelve a describir al hombre, pero ahora ese
hombre de tez muy blanca se ha transformado en un hombre de piel morena,
aunque sin parecer árabe. La testigo no pudo reconocer a nadie con
seguridad en las fotos que le mostraron. ¿Quién convenció a la testigo de
que cambiara su declaración para hacer referencia a una tez morena, en vez
de blanca?
NUMERO 9: NO HAY IMÁGENES DE LOS TERRORISTAS
Para finalizar esta parte, hablemos de uno de los mayores misterios del 11-M:
la ausencia de documentos gráficos de los supuestos autores materiales de
la masacre, a diferencia de los atentados de Nueva York o de Londres. Los
agentes revisaron las cintas de las que disponían y no encontraron en ellas a
los acusados de perpetrar el ataque. El motivo, recogido en el sumario
instruido por el juez Del Olmo, es que simplemente no existen.
Nueva York pudo obtener rápidamente las imágenes de los autores del 11-S
en los aeropuertos, gracias a las cámaras de seguridad. De la misma forma
las obtuvo Londres, y todos pudimos ver a los terroristas en el metro, cuando
se dirigían a cometer la masacre del 7-J. Para conseguir esas imágenes, las
fuerzas policiales americanas y británicas revisaron miles de horas de
grabaciones, hasta dar con las personas que habían cometido los atentados,
y posteriormente fueron difundidas en los medios de comunicación de todo el
mundo. Sin embargo, en los atentados de Madrid, después de treinta meses,
nadie ha podido ver ninguna imagen de los presuntos terroristas en las
estaciones.
El sumario instruido por el juez Del Olmo desvela que la razón por la que
no hemos podido ver esas imágenes de los terroristas es que simplemente
no existen. La Policía revisó las grabaciones de las cámaras de seguridad de
las que se disponía, sin poder encontrar ninguna imagen de los acusados de
participar en la masacre.
Las imágenes de las cámaras de las estaciones de tren y de metro, así
como de algunos establecimientos comerciales, fueron recopiladas por la
Brigada Provincial de Información después de los atentados, sin que en ellas
pudiera encontrarse ninguna prueba incriminatoria contra las personas que
supuestamente colocaron las bombas.
En noviembre de 2005, la Unidad Central de Inteligencia de la Policía
volvió a ordenar el visionado de las grabaciones, con el fin de encontrar
imágenes de los terroristas. El informe elaborado en diciembre, después de
volver a ver las cintas, es demoledor: no se logró encontrar ninguna imagen
que sirviera para nada; tan sólo se pudo localizar (en las tomas
correspondientes a las 7:55 en la estación de Sierra de Guadalupe) a una
persona que —en palabras textuales del informe policial— «podría parecerse
a Jamal Ahmidan o a alguna de las personas de su familia, posiblemente la
segunda opción, ya que no lleva gafas».
NUMERO 10: LOS «TERRORISTAS» QUE NO ERAN ÁRABES
En realidad, no es sólo la ausencia de huellas y de ADN lo que nos permite
afirmar que los presuntos islamistas no usaron nunca aquella furgoneta.
Contamos también con el testimonio de un portero de Alcalá que vio a tres
hombres merodear alrededor de la misma en torno a las siete de la mañana
del 11 de marzo y con el testimonio de una taquillera que vendió un billete a
uno de esos supuestos terroristas.
El portero de Alcalá, en su primera declaración ante la Policía, dijo que las
personas que vio tapadas con bufandas y gorros aquella mañana le habían
parecido europeos del Este; por su parte, una empleada de las taquillas de la
estación de Alcalá estuvo hablando con uno de los presuntos terroristas, que
estaba tapado con pasamontañas y bufanda y que hablaba «en español con
acento de español». En lo que coinciden las dos declaraciones es en que el
comportamiento de esos presuntos terroristas llamaba la atención. Es como
si buscaran que las miradas se dirigieran hacia aquella furgoneta.
Curiosamente, a nadie se le ocurrió citar, para que compareciera ante la
Comisión 11-M, a esa taquillera de Alcalá que es la única persona que habló
el día de los atentados con uno de los supuestos terroristas.
NUMERO 11: LOS PERROS NO OLIERON NINGÚN EXPLOSIVO
Además de las declaraciones de testigos recogidas por Múgica, tenemos otra
evidencia de que se introdujeron objetos en la furgoneta una vez que esta
pasó por dependencias policiales: los perros.
Aquella furgoneta la revisaron en Alcalá dos perros distintos. Uno de ellos
sólo inspeccionó la furgoneta por fuera, pero si allí hubiera habido explosivos
el perro lo habría detectado. De todos modos, el segundo sí que entró en la
furgoneta, y la inspeccionó sin encontrar el más mínimo rastro de que allí
hubiera ningún explosivo.
Los policías enviaron la furgoneta a dependencias policiales porque así se
lo ordenaron, no porque hubieran visto nada sospechoso. De hecho, cuando
un operario de grúa llegó para retirar la furgoneta, les preguntó a los policías
reiteradamente si podía existir el más mínimo peligro. La respuesta de estos
fue que si hubiera el más mínimo indicio sospechoso no le dirían que la
trasladara.
Esas 11 falsedades , y otras muchas mas se recogen en el libro " LAS MENTIRAS DEL 11 M" escrito por Luis del Pino.
Fuentes: Luis del Pino, " Las mentiras del 11". 2006 Editorial Libros Libres
TRABAJO REALIZADO POR : Nazaret Aguilar Vela 2~A bach
NUMERO 2: NO SE DETERMINÓ LA CANTIDAD DE EXPLOSIVO DE LAS
BOMBAS
En los informes policiales entregados al juez, los Tedax le dijeron a Del Olmoque las bombas de los trenes tenían entre cinco y diez kilos de Goma-2ECO. ¿Cómo llegaron a esas conclusiones?
Con respecto a lo de que era Goma-2 ECO, ya hemos visto que esa
conclusión no se basaba en los análisis de los restos encontrados en los
trenes: se decía que era Goma-2 ECO simplemente porque la mochila de
Vallecas tenía Goma-2 ECO.
Por lo que toca a la cantidad de explosivo, el razonamiento utilizado era
igual de peregrino. Decían que había entre cinco y diez kilos de dinamita en
cada bomba porque en la mochila de Vallecas había diez kilos de explosivo y
en una de las bombas detonadas por los Tedax en las estaciones había cinco
kilos de explosivo.
Lo que hubiera debido hacerse es analizar los destrozos ocasionados en
cada foco de explosión y deducir, a partir de ellos, la cantidad de explosivo
necesaria. Esa tarea la realizó un experto en desactivación de explosivos
para la emisora CityFM, utilizando el tamaño de los cráteres dejados por
cada bomba. Y las conclusiones fueron que, si el explosivo había sido
dinamita, la cantidad de explosivo de cada bomba estaba entre uno y dos
kilos. Si se hubiera utilizado explosivo militar, habrían bastado entre
quinientos y ochocientos gramos para provocar esos destrozos.
Esos valores son muy inferiores a los que indicaron los Tedax al juez.
NUMERO 3: NO SE PUEDEN ESCONDER MOCHILAS DEBAJO DE
ASIENTOS ABATIBLES
La del tamaño de las bombas no es la única información falsa que le
han hecho llegar al juez Del Olmo acerca de los artefactos empleados
en los trenes. También le dijeron en varios informes policiales que algunas
de las mochilas estaban situadas debajo de asientos de los trenes.
El problema es que algunos de esos asientos que se identifican en
los informes policiales son abatibles. ¿Cómo van a esconder los terroristas
una mochila-bomba debajo de un asiento que se levanta por sí solo en
cuanto uno se pone de pie? La mochila quedaría inmediatamente a la vista.
Tratar de esconder una mochila-bomba debajo de un asiento normal y
luego bajarse dejándola allí resulta arriesgado (porque alguien puede
llamarte la atención), pero sería posible. Pero, ¿cómo dejar abandonada una
mochila-bomba debajo de un asiento abatible sin que nadie te llame la
atención al irte?
Incluso aunque fuera posible que nadie te llamara la atención, ¿para
qué querría un terrorista aumentar el riesgo dejando las mochilas
debajo de asientos abatibles, en lugar de dejarlas debajo de asientos
normales, o en los altillos portaequipajes?
No son las únicas incongruencias de los informes policiales en lo que res-
pecta a la ubicación de los artefactos en los trenes. Uno de los artefactos que
estallaron estaba colocado (teniendo en cuenta los daños de los trenes)
entre dos filas de asientos enfrentadas, sin estar oculto debajo de nada.
¿Nos pretenden decir que el terrorista se sentó, depositó su mochila
delante de todo el mundo, se levantó y se fue sin que nadie le dijera nada?
Pero hay otro caso aún más llamativo. En el vagón uno de Atocha se
encontró una mochila sin detonar, que los Tedax hicieron estallar allí
mismo. Lo curioso es que, según las declaraciones de los Tedax, esa
mochila se encontraba en mitad del pasillo. No estaba oculta debajo de
nada, sino directamente en el centro del pasillo.
NUMERO 4: PARTE DE LOS ARTEFACTOS SE ENCONTRABA EN LAS
PAPELERAS
La realidad es que al juez Del Olmo le contaron lo de los asientos
abatibles para ocultar lo que los informes policiales de las primeras horas
apuntaban: que, en realidad, algunos de los artefactos estaban dentro de
las papeleras que hay al lado de esos asientos abatibles.
¿Y para qué querría alguien ocultar el hecho de que algunos de los
artefactos se encontraban dentro de las papeleras? Pues por la sencilla
razón de que ni debajo ni dentro de esas papeleras podría caber nunca
una mochila con varios kilos de explosivo.
Si algunos de los artefactos estaban dentro de las papeleras, se
confirma que el tamaño de las bombas era mucho menor del que nos
dijeron y que, por supuesto, no se utilizaron mochilas ni bolsas al menos
en varios de los focos de explosión.
Lo que más llamativo resulta es que sucesivos informes policiales digan
cosas contradictorias sobre la posición de los artefactos: que en los primeros
informes se indique que algunas bombas estaban en las papeleras y que, sin
ninguna explicación, otros informes posteriores sitúen esas mismas bombas
debajo de asientos abatibles. Como también resulta muy llamativo que el
juez Del Olmo aceptara todas esas contradicciones sin rechistar ni pedir
aclaraciones.
NUMERO 5: NO SE HA INFORMADO DE LAS MUESTRAS ELECTRÓNICAS
ENCONTRADAS
El asunto del explosivo no es la única incógnita en lo que a las bombas
del 11-M respecta. Tampoco nadie ha tenido la deferencia de informarnos
de qué tipo de circuitos iniciadores se usaron en las mismas.
Cuando se produce un atentado, las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado no sólo recogen muestras del material explosivo
para analizarlo, sino también todos los fragmentos de los dispositivos
electrónicos que se hubieran utilizado para activar las bombas.
Después, reconstruyen a partir de esos fragmentos el tipo de dispositivo
y determinan si se ha usado un móvil, un temporizador, un reloj o
cualquier otra cosa como mecanismo de activación.
Esa labor de reconstrucción de los circuitos de activación se hace
siempre. Por ejemplo, en el caso de los atentados de ETA se ha sido capaz
de determinar en muchísimas ocasiones no sólo la marca del
temporizador utilizado, sino incluso el modelo concreto.
Esa labor de reconstrucción no se hace por simple curiosidad, sino
como ayuda para juzgar a los culpables en su momento y, sobre todo,
para saber cómo han operado los terroristas y desarrollar posibles
mecanismos de protección para el futuro.
Entonces, si en todos los atentados que se han sufrido anteriormente
se ha intentado con un gran éxito reconstruir los dispositivos
iniciadores empleados por los terroristas, ¿nos pretenden decir que en las
diez explosiones del 11-M no se pudo reconstruir ni uno solo de los circuitos
iniciadores?
Observe que nos han hecho con los dispositivos iniciadores la misma
jugada que con el explosivo: nos dicen que en los trenes se usaron
teléfonos móviles porque en una mochila aparecida en una comisaría
había un teléfono móvil, no porque hayan logrado reconstruir los
móviles supuestamente utilizados en las bombas.
¿Por qué nadie nos ha informado de qué restos electrónicos se recogieron
en los diez focos de explosión del 11-M?
NUMERO 6: SE HAN OCULTADO LOS DATOS SOBRE LA MOCHILA DE
ATOCHA
Las ocultaciones sobre lo que se encontró en los trenes no terminan
aquí. No sólo se han ocultado los informes de los explosivos y los
informes sobre reconstrucción de los dispositivos iniciadores, sino que
tampoco han querido proporcionar casi ningún dato sobre los dos
artefactos que se encontraron intactos.
En Atocha, los Tedax encontraron una mochila de colegial en el primer
vagón del tren, llena (al parecer) de explosivo. Esa mochila apareció en
mitad del pasillo, perfectamente a la vista. Lo cual sólo puede querer decir
que alguien (su portador) la abandonó y salió corriendo al oír las explo-
siones que tuvieron lugar en los vagones anteriores.
Lo normal es que los Tedax hubieran fotografiado esa mochila y su
contenido: sin embargo, nadie ha aportado ninguna foto de esa bomba.
Tampoco se adjuntó al sumario ninguna descripción verbal de ese
artefacto hasta más de quince meses después del atentado, y sólo
cuando el juez llamó a declarar a los tedax que estuvieron en Atocha.
¿Cómo es posible que la Policía no proporcionara desde el principio una
descripción exhaustiva y detallada de lo que había encontrado en esa
mochila?
Para colmo, lo único concreto que sabemos es que en esa mochila de
Atocha encontrada intacta y detonada por los Tedax no había teléfono
móvil. Entonces, ¿qué aparato de iniciación se empleó?
Asimismo, ¿nos están diciendo que los Tedax no tomaron ninguna
muestra de explosivo antes de detonar el artefacto? ¿Nos están
diciendo que en esa mochila que fue detonada de forma controlada
tampoco pudieron encontrar suficientes restos de explosivo para
efectuar un análisis y determinar el explosivo empleado? ¿Nos están
diciendo que tampoco pudieron encontrar los restos electrónicos del
iniciador, para reconstruirlo y decirnos qué se empleó?
La situación es todavía más confusa en lo que respecta a la otra mochila
que los Tedax encontraron sin estallar e hicieron detonar en las estaciones...
NUMERO 7: ¿ESTABAN ENCENDIDOS O APAGADOS LOS MÓVILES?
Cuando el policía municipal Jacobo Barrero sacó una mochila-bomba de uno
de los vagones de la estación de El Pozo, la depositó en el andén y fue a
buscar ayuda. Además de Jacobo Barrero, contamos con otros cuatro tes-
tigos que vieron esa mochila y (con mayor o menor grado de detalle) su
contenido. Después de que Jacobo Barrero la sacase, fueron dos policías
nacionales de la sección motorizada los que procedieron a alejar a la gente y
acordonar el artefacto. Posteriormente, dos tedax se encargaron de neu-
tralizar aquella mochila.
Hace varios meses, el periódico La Nueva España comentaba la noticia
de que los dos policías nacionales (ambos de origen asturiano) de la sección
motorizada habían sido condecorados, y publicaba una entrevista con ellos.
En esa entrevista hay un párrafo en concreto que llama mucho la aten-
ción. Dicen los dos agentes: «Los Tedax nos confirmaron que mientras
estuvimos allí el teléfono móvil que debía hacer detonar la mochila sonó tres
veces. Pudimos volar por los aires, pero en ese momento no piensas en que
puedes quedarte allí... O quizá sí, y por eso te afanas en tu labor de señalar
el artefacto, acordonar la zona y alejar del lugar a todo el mundo».
Es decir, esos dos testigos afirman que, según los Tedax, el teléfono de la
mochila de El Pozo no estaba apagado, sino que era capaz de recibir llama-
das. En otras palabras: a diferencia de la mochila de Vallecas, donde el telé-
fono se usaba en modo alarma (y estaba apagado), lo que había en la mo-
chila de El Pozo era un móvil encendido, preparado para activar la explosión
por una llamada.
Otro dato más que apuntar a la ya larga lista de incoherencias entre la
mochila de Vallecas y la de El Pozo. En este caso, el juez tuvo que llamar a
declarar a esos dos agentes a petición de una de las acusaciones. Los
agentes se retractaron ante el juez de esas afirmaciones, aduciendo que el
periodista les había entendido mal. Pero la duda queda ahí: ¿estaba encen-
dido o apagado ese móvil?
NUMERO 8: PERSONAS QUE NO SON ÁRABES DEPOSITANDO MOCHILAS
Lo cierto es que en los trenes también hubo testigos que vieron a personas
que no eran árabes depositando mochilas o bolsas. La Policía entrevistó a
una testigo de los trenes, R. M. D. M., en el hospital Gómez Ulla la misma
tarde del 11 de marzo. Esa testigo describió a un hombre que se había
cambiado de asiento en la estación de Coslada, había depositado bajo el
mismo y con sumo cuidado una bolsa de deporte y luego se había bajado
precipitadamente en Santa Eugenia, dejando la bolsa olvidada. Al arrancar el
tren, el hombre se quedó mirando desde el andén cómo se iba el convoy. El
episodio llamó tanto la atención que dos chicas que estaban sentadas al lado
de la testigo lo comentaron entre sí. Posteriormente, estallaría una bomba en
el vagón.
La testigo describe así al hombre: de complexión gordita, de 30 a 35 años,
una altura de 1,65 ó 1,70, pelo corto de punta, cara muy redonda y la piel
muy blanca. Curiosamente, estas palabras de la testigo sólo aparecen en el
resumen de diligencias policiales, sin que se aportara al sumario aquel 11 de
marzo ningún acta de declaración formal.
Tres semanas más tarde, el 30 de marzo de 2004, la Policía toma
declaración a la testigo, que se encontraba ya en su casa, y esta vez sí que
se aporta el acta formal de declaración. Y, sorprendentemente, en ese acta
enviada al juez, la testigo vuelve a describir al hombre, pero ahora ese
hombre de tez muy blanca se ha transformado en un hombre de piel morena,
aunque sin parecer árabe. La testigo no pudo reconocer a nadie con
seguridad en las fotos que le mostraron. ¿Quién convenció a la testigo de
que cambiara su declaración para hacer referencia a una tez morena, en vez
de blanca?
NUMERO 9: NO HAY IMÁGENES DE LOS TERRORISTAS
Para finalizar esta parte, hablemos de uno de los mayores misterios del 11-M:
la ausencia de documentos gráficos de los supuestos autores materiales de
la masacre, a diferencia de los atentados de Nueva York o de Londres. Los
agentes revisaron las cintas de las que disponían y no encontraron en ellas a
los acusados de perpetrar el ataque. El motivo, recogido en el sumario
instruido por el juez Del Olmo, es que simplemente no existen.
Nueva York pudo obtener rápidamente las imágenes de los autores del 11-S
en los aeropuertos, gracias a las cámaras de seguridad. De la misma forma
las obtuvo Londres, y todos pudimos ver a los terroristas en el metro, cuando
se dirigían a cometer la masacre del 7-J. Para conseguir esas imágenes, las
fuerzas policiales americanas y británicas revisaron miles de horas de
grabaciones, hasta dar con las personas que habían cometido los atentados,
y posteriormente fueron difundidas en los medios de comunicación de todo el
mundo. Sin embargo, en los atentados de Madrid, después de treinta meses,
nadie ha podido ver ninguna imagen de los presuntos terroristas en las
estaciones.
El sumario instruido por el juez Del Olmo desvela que la razón por la que
no hemos podido ver esas imágenes de los terroristas es que simplemente
no existen. La Policía revisó las grabaciones de las cámaras de seguridad de
las que se disponía, sin poder encontrar ninguna imagen de los acusados de
participar en la masacre.
Las imágenes de las cámaras de las estaciones de tren y de metro, así
como de algunos establecimientos comerciales, fueron recopiladas por la
Brigada Provincial de Información después de los atentados, sin que en ellas
pudiera encontrarse ninguna prueba incriminatoria contra las personas que
supuestamente colocaron las bombas.
En noviembre de 2005, la Unidad Central de Inteligencia de la Policía
volvió a ordenar el visionado de las grabaciones, con el fin de encontrar
imágenes de los terroristas. El informe elaborado en diciembre, después de
volver a ver las cintas, es demoledor: no se logró encontrar ninguna imagen
que sirviera para nada; tan sólo se pudo localizar (en las tomas
correspondientes a las 7:55 en la estación de Sierra de Guadalupe) a una
persona que —en palabras textuales del informe policial— «podría parecerse
a Jamal Ahmidan o a alguna de las personas de su familia, posiblemente la
segunda opción, ya que no lleva gafas».
NUMERO 10: LOS «TERRORISTAS» QUE NO ERAN ÁRABES
En realidad, no es sólo la ausencia de huellas y de ADN lo que nos permite
afirmar que los presuntos islamistas no usaron nunca aquella furgoneta.
Contamos también con el testimonio de un portero de Alcalá que vio a tres
hombres merodear alrededor de la misma en torno a las siete de la mañana
del 11 de marzo y con el testimonio de una taquillera que vendió un billete a
uno de esos supuestos terroristas.
El portero de Alcalá, en su primera declaración ante la Policía, dijo que las
personas que vio tapadas con bufandas y gorros aquella mañana le habían
parecido europeos del Este; por su parte, una empleada de las taquillas de la
estación de Alcalá estuvo hablando con uno de los presuntos terroristas, que
estaba tapado con pasamontañas y bufanda y que hablaba «en español con
acento de español». En lo que coinciden las dos declaraciones es en que el
comportamiento de esos presuntos terroristas llamaba la atención. Es como
si buscaran que las miradas se dirigieran hacia aquella furgoneta.
Curiosamente, a nadie se le ocurrió citar, para que compareciera ante la
Comisión 11-M, a esa taquillera de Alcalá que es la única persona que habló
el día de los atentados con uno de los supuestos terroristas.
NUMERO 11: LOS PERROS NO OLIERON NINGÚN EXPLOSIVO
Además de las declaraciones de testigos recogidas por Múgica, tenemos otra
evidencia de que se introdujeron objetos en la furgoneta una vez que esta
pasó por dependencias policiales: los perros.
Aquella furgoneta la revisaron en Alcalá dos perros distintos. Uno de ellos
sólo inspeccionó la furgoneta por fuera, pero si allí hubiera habido explosivos
el perro lo habría detectado. De todos modos, el segundo sí que entró en la
furgoneta, y la inspeccionó sin encontrar el más mínimo rastro de que allí
hubiera ningún explosivo.
Los policías enviaron la furgoneta a dependencias policiales porque así se
lo ordenaron, no porque hubieran visto nada sospechoso. De hecho, cuando
un operario de grúa llegó para retirar la furgoneta, les preguntó a los policías
reiteradamente si podía existir el más mínimo peligro. La respuesta de estos
fue que si hubiera el más mínimo indicio sospechoso no le dirían que la
trasladara.
Esas 11 falsedades , y otras muchas mas se recogen en el libro " LAS MENTIRAS DEL 11 M" escrito por Luis del Pino.
Fuentes: Luis del Pino, " Las mentiras del 11". 2006 Editorial Libros Libres
TRABAJO REALIZADO POR : Nazaret Aguilar Vela 2~A bach
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