En primer lugar, la violencia de género consiste en el tipo de violencia física o psicológica ejercida de un sexo hacia otro. Es la manifestación más brutal de la desigualdad hacia las mujeres.
Por lo general, el concepto nombra a la violencia contra la mujer, que se
ejerce por el hombre contra cualquier persona del género femenino por el mero hecho de serlo,
teniendo ésta distintas manifestaciones. En este sentido, también se utilizan
las nociones de violencia machista, violencia de
pareja y violencia doméstica.
Gracias a esta definición, nos puede parecer fácil distinguir cuándo existe este tipo de violencia, pero existen varias pautas y actos que nos pueden ayudar a saber si estamos siendo víctimas del maltrato machista. 'Guía para mujeres maltratadas' es una de las mejores guías escritas en apoyo a las mujeres víctima de malos tratos. Su autora es Ángeles Álvarez, responsable del Área Violencia de Género de la Fundación Mujeres y portavoz de la Red Feminista de Organizaciones contra la Violencia de Género.
de las mujeres víctimas de la
violencia de género está
estrechamente relacionada
con los logros y derechos que
vayan alcanzando el
conjunto de las mujeres”.
Según este libro, una mujer es maltratada:
En España, 593.038 mujeres han sufrido maltrato en el último
año. Además, el porcentaje de mujeres que reconocen haber sido víctimas
de violencia de género alguna vez en su vida ha aumentado en los
últimos cinco años, desde un 6,3%, en 2006, a un 10,8%, en 2011. Este
último dato no implicaría, sin embargo, una mayor incidencia de la
violencia machista, sino un mayor reconocimiento de la misma por parte
de las víctimas. Así lo explicó la Secretaría de Estado de Igualdad,
que presentó un avance de los principales resultados de la Macroencuesta sobre violencia de género 2011, realizada por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género y el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).
Además, del 10,8% de mujeres que reconocen haber sido víctimas de maltrato alguna vez en su vida, el 7,8% no lo ha sido en el último año, lo que significa que 1.541.000 han conseguido salir de la situación de violencia en la que vivían. Ello se debe, principalmente, a que muchas de estas mujeres han decidido separarse de su agresor, aunque también ha aumentado el número de víctimas que se han atrevido a denunciar.
Gracias a esta definición, nos puede parecer fácil distinguir cuándo existe este tipo de violencia, pero existen varias pautas y actos que nos pueden ayudar a saber si estamos siendo víctimas del maltrato machista. 'Guía para mujeres maltratadas' es una de las mejores guías escritas en apoyo a las mujeres víctima de malos tratos. Su autora es Ángeles Álvarez, responsable del Área Violencia de Género de la Fundación Mujeres y portavoz de la Red Feminista de Organizaciones contra la Violencia de Género.
El libro comenza así:
“La seguridad y supervivenciade las mujeres víctimas de la
violencia de género está
estrechamente relacionada
con los logros y derechos que
vayan alcanzando el
conjunto de las mujeres”.
Según este libro, una mujer es maltratada:
-Cuando su novio, marido o compañero le golpea, le insulta, le amenaza, le
hace sentir humillada, estúpida e inútil.
-Si le impide ver a su familia o tener contacto con sus amigos, vecinos.
-Si no le deja trabajar o estudiar.
-Si le quita el dinero que gana o no se da lo que precisa para las necesidades
básicas de la familia.
-Si le controla, le acosa y decide por ella.
-Si le descalifica o se mofa de sus actuaciones.
-Si le castiga con la incomunicación verbal o permanece sordo ante sus
manifestaciones.
-Si le desautoriza constantemente en presencia de los hijos, invitándoles a
no tenerle en cuenta.
-Si le impone el acto sexual.
Ahora bien, si tenemos la clave para detectar el momento en el que una mujer está sufriendo cualquier tipo de maltrato por su pareja, ¿cómo pueden existir mujeres que continuan con su marido sin hacer nada? La respuesta no es nada sencilla y, quizás, una de las mejores formas de explicarlo se encuentre en el llamado Síndrome de Estocolmo Doméstico. Es Andrés Montero quien lo ha desarrollado y
lo describe como un vínculo interpersonal de protección, construido
entre la víctima y su agresor que podría explicar cuestiones tan
paradójicas como que sea la propia víctima quien sale en defensa del
agresor, como si fuera la sociedad o elementos externo a él quienes lo
forzaran a agredir.
El Síndrome de Estocolmo Doméstico vendría
determinado por un patrón de cambios cognitivos, como resultado de una
reacción de la víctima ante la situación traumática. El proceso
abarcaría cuatro fases: desencadenante, reorientación, afrontamiento y adaptación.
En la fase desencadenante,
las primeras palizas romperían el espacio de seguridad previamente
construido por la pareja sobre la base de una relación afectiva, espacio
donde la mujer había depositado su confianza y expectativas: esta
ruptura desencadenaría en la víctima un patrón general de
desorientación, una pérdida de referentes, reacciones de estrés con
tendencia a la cronificación e, incluso, depresión.
En la fase de reorientación,
la mujer busca nuevos referentes de futuro y trata de efectuar un
reordenamiento de esquemas cognitivos de acuerdo con el principio de la
congruencia actitudinal, todo ello en orden a evitar la disonancia
entre su conducta de elección y compromiso con la pareja y la realidad
traumática que está viviendo. La mujer se autoinculpa de la situación y
entra en un estado de indefensión y resistencia pasiva.
La fase de afrontamiento, es en la que asume el modelo mental de su esposo y busca vías de
protección de su integridad psicológica, tratando de manejar la
situación traumática.
En la fase de adaptación,
la mujer proyecta parte de la culpa al exterior y el Síndrome de
Estocolmo Doméstico se consolida a través de un proceso de
identificación y alrededor del modelo mental explicativo del esposo
acerca de la situación vivida en el hogar y sobre las relaciones
causales que la han originado.
Atendiendo a esta idea, podemos añadir que en el ciclo de la violencia de género, se pueden distinguir 3 fases: acumulación de tensión, agresión y fase de “arrepentimiento”.
Esta última fase genera en las maltratadas una ficción de reencuentro llamada luna de miel donde el agresor intenta cumplir con la forma idealizada de pareja que tiene su víctima. La repetición de estos
ciclos sirve para atar muy fuertemente a una mujer maltratada con su
agresor.
Además, del 10,8% de mujeres que reconocen haber sido víctimas de maltrato alguna vez en su vida, el 7,8% no lo ha sido en el último año, lo que significa que 1.541.000 han conseguido salir de la situación de violencia en la que vivían. Ello se debe, principalmente, a que muchas de estas mujeres han decidido separarse de su agresor, aunque también ha aumentado el número de víctimas que se han atrevido a denunciar.
Más de 1,5 millones de mujeres han conseguido salir del entorno violento, gracias en gran parte a las políticas que se han llevado a cabo y a las numerosas campañas en contra de la violencia de género.
Hubo un tiempo en el que Laura desarrolló la estrategia de vestir
camisetas interiores estrechas y acolchadas para amortiguar un poco los
golpes y que su piel no mostrara después tan a las claras los moratones.
Antes de acudir a sus citas con Martín, se vestía con ellas y con la
tímida esperanza de que ese día nada le hiciera enfadar tanto como para
terminar emprendiéndola con ella. Pero muchas veces ni aquellas
camisetas ni aquella esperanza abrigaban lo suficiente.
Le había conocido unos años atrás en su clase de la universidad. Cuando comenzaron a salir juntos, Martín le convencía para faltar a clase e ir a pasar el día en el parque y, aunque ella siempre había sido buena estudiante y responsable, lo hacía encantada porque sólo podía verle esos ratos durante los días de diario. El fin de semana él quedaba invariablemente con sus amigos, sin sacar un minuto para ella. Laura tampoco rechistaba cuando Martín le pedía que le pasara los apuntes, que le hiciera los trabajos de clase, que le invitara a absolutamente todo lo que gastaban. Tampoco le reprobaba que fumase porros durante todo el día, pese a que aquello le disgustaba. Hacía todo cuanto él le pedía, y lo hacía porque le quería.
De aquellas peticiones desbordadas, Martín pasó a tomar como costumbre dar plantón a Laura, desatenderla, verla sólo cuando, donde y como él quería. Haciendo lo que a él le gustaba hacer. Negándole la palabra durante días si ella se molestaba por su actitud. Hasta que la falta de atención hizo que el amor que sentía por él se marchitara, y decidiera entonces cortar la relación. Esa fue la primera vez que Laura vio a Martín volverse agresivo. Él la buscó por los pasillos de la facultad y le pidió hablar. Cuando ella le contestó que sencillamente ya no era feliz a su lado, él le arrebató la carpeta que ella llevaba pegada el pecho y la estampó contra el suelo. Laura vio tanta rabia en sus ojos que sintió miedo y se echó a correr pero Martín la alcanzó y levantándole la mano le gritó: “No me obligues a hacerte daño”. Una profesora presenció la escena y expulsó a Martín del edificio. Después de aquel incidente no volvieron a saber el uno del otro durante dos años, en los que él marchó fuera de la ciudad. Pero pasado ese tiempo, Martín volvió. Y volvió con promesas, con regalo de oídos, con perdones. Lo primero que hizo fue intentar reconquistarla, pese al tiempo transcurrido. Laura fue reticente en un principio porque no olvidaba lo vivido, pero terminó por perdonarle, por creerle, y por regresar a su lado. Pasó muy poco tiempo hasta que la relación volvió a discurrir por el mismo cauce. Esta vez Martín empezó a pedirle dinero a Laura para consumir porros. Laura llegó incluso a robar para darle lo que necesitaba. Si no lo hacía, Martín se encargaba de hacerle sentir culpable. Además, era mejor que no se enfadara. Cuando lo hacía, empezaba a gritar y a romper cualquier cosa que encontraba a su lado, mientras le gritaba a Laura que por su culpa él se había convertido en eso que ahora veía. Y Laura temblaba, y suspiraba de alivio cuando él se calmaba y su discurso giraba 360 grados para decirle, como un niño indefenso, que ella era la única persona en la que podía confiar y que la quería.
Laura intentó volverse una experta en no contradecirle, en no contravenirle, en procurar que no se impacientara. Gastaba su rabia con sus personas más cercanas para ser con él perfecta y cariñosa, para estar siempre a su disposición. Pero eso no era bastante y la primera bofetada llegó cuando se equivocó al comprar un mando universal para la tele de casa de Martín, después de que él se lo pidiera.
Después de un golpe, de un insulto, de que le arrebaten a uno un trozo de su dignidad, viene el silencio y la convicción de que jamás va a volver a permitir aquello. Pero las palabras de alguien a quien se quiere quedan grabadas en la mente, y cualquiera puede caer en la trampa de pensar que en parte pueda ser culpa suya. Y caer en la trampa de creer a la persona a la que se ama cuando ésta vuelve destrozada, cruzada su cara por las lágrimas, diciendo que nunca más se repetirá lo sucedido. Cuando Martín regresó a Laura, ella creía en la posibilidad de ser feliz a su lado si él dejaba de ser el monstruo que le había demostrado ser. El propio sufrimiento es a veces tan grande que busca caminos errados para hacerse más llevadero.
Por supuesto, no fue así. Si la primera agresión vino con el mando de la tele, la segunda se produjo cuando Laura no supo colocar bien un adaptador. Martín la agarró con fiereza del cuello e intentó ahogarla hasta que, de pronto, le miró a los ojos y la soltó suavemente. Y rompió a llorar como un bebé. Y se agarró a su pierna para implorarle que no se marchara cuando Laura trató de alcanzar la puerta. Le rogó que no le dejara solo. En lo sucesivo, Laura buscó y rebuscó mil maneras de que Martín se sintiera querido, comprendido, porque aquello no les podía estar pasando a ellos. Los dos creían que su amor era especial. Pensó que tal vez regalándole un perrito Martín podría conectar con ese lado tierno de la vida. Que el hecho de cuidar de alguien más podría dormir su lado malo y hacer que aflorase su sensibilidad. Pero también fue en vano. Cuando el perro, que era una cría, le despertaba llorando de puro hambre, él lo apaleaba, e incluso en una ocasión llegó a partirle una pata. Cuando Laura presenciaba esto agarraba contra su pecho al cachorro para protegerlo pero entonces ella pasaba a ser la diana de la rabia y del sinsentido de Martín. Una vez más.
Laura logró abandonar a Martín cuando la madre de ella, que sabía menos cosas de las que debía porque su hija nunca quiso preocuparla, descubrió que en un viaje de la pareja él le había roto la nariz, literalmente, de un puñetazo. Laura, vencida ya por completo, se dejó apoyar por sus padres, que le denunciaron. Tuvo que cambiar de móvil, de hábitos, de vida. Mudar la piel y el sentimiento para tratar de olvidarle y descubrir, aun con todo, que esa iba a ser la empresa más difícil de toda su vida.
Han pasado tres años de esta historia y a Laura se le han removido los recuerdos al contarla. Ya no quiere a Martín, pero reconoce dentro de sí misma miles de huellas silenciosas que aquel dolor le dejó. Le cuesta confiar en otros hombres, expresar sus opiniones, teme desagradar a los demás. Pero también, aunque a veces ella no se dé cuenta, es mucho más fuerte. Sigue cuidando de su familia y de sus amigos y ha logrado la mayor de las conquistas: no caer en la tentación de abandonar. No dejarse contaminar y no volverse también ella agresiva. Desterrar con todas sus ganas la violencia. Y contar su historia para que ayude a que otras personas no pasen por su mismo sufrimiento. Para que nadie olvide que el camino del amor sólo puede andarse con pasos cargados de respeto.
Por último, en este cortometraje se muestra claramente el inicio de un maltrato de género.
La campaña internacional
contra la violencia hacia las mujeres, lanzada en marzo
de 2004, fue una contribución a los esfuerzos de los
movimientos de mujeres en todo el mundo.
Integrantes de varios grupos de mujeres de Manila, Filipinas, se manifiestan para exigir justicia para las víctimas de violencia en el ámbito familiar © AI 2002. |
Su objetivo fue poner de relieve la gravedad y
la dimensión universal del problema, y conseguir
que los Estados asuman su responsabilidad ante
estas violaciones de derechos humanos que no
tienen excusa.
A continuación, tenemos una historia real sobre una mujer maltratada. Ella se llama Laura y esta es su experiencia:
Le había conocido unos años atrás en su clase de la universidad. Cuando comenzaron a salir juntos, Martín le convencía para faltar a clase e ir a pasar el día en el parque y, aunque ella siempre había sido buena estudiante y responsable, lo hacía encantada porque sólo podía verle esos ratos durante los días de diario. El fin de semana él quedaba invariablemente con sus amigos, sin sacar un minuto para ella. Laura tampoco rechistaba cuando Martín le pedía que le pasara los apuntes, que le hiciera los trabajos de clase, que le invitara a absolutamente todo lo que gastaban. Tampoco le reprobaba que fumase porros durante todo el día, pese a que aquello le disgustaba. Hacía todo cuanto él le pedía, y lo hacía porque le quería.
De aquellas peticiones desbordadas, Martín pasó a tomar como costumbre dar plantón a Laura, desatenderla, verla sólo cuando, donde y como él quería. Haciendo lo que a él le gustaba hacer. Negándole la palabra durante días si ella se molestaba por su actitud. Hasta que la falta de atención hizo que el amor que sentía por él se marchitara, y decidiera entonces cortar la relación. Esa fue la primera vez que Laura vio a Martín volverse agresivo. Él la buscó por los pasillos de la facultad y le pidió hablar. Cuando ella le contestó que sencillamente ya no era feliz a su lado, él le arrebató la carpeta que ella llevaba pegada el pecho y la estampó contra el suelo. Laura vio tanta rabia en sus ojos que sintió miedo y se echó a correr pero Martín la alcanzó y levantándole la mano le gritó: “No me obligues a hacerte daño”. Una profesora presenció la escena y expulsó a Martín del edificio. Después de aquel incidente no volvieron a saber el uno del otro durante dos años, en los que él marchó fuera de la ciudad. Pero pasado ese tiempo, Martín volvió. Y volvió con promesas, con regalo de oídos, con perdones. Lo primero que hizo fue intentar reconquistarla, pese al tiempo transcurrido. Laura fue reticente en un principio porque no olvidaba lo vivido, pero terminó por perdonarle, por creerle, y por regresar a su lado. Pasó muy poco tiempo hasta que la relación volvió a discurrir por el mismo cauce. Esta vez Martín empezó a pedirle dinero a Laura para consumir porros. Laura llegó incluso a robar para darle lo que necesitaba. Si no lo hacía, Martín se encargaba de hacerle sentir culpable. Además, era mejor que no se enfadara. Cuando lo hacía, empezaba a gritar y a romper cualquier cosa que encontraba a su lado, mientras le gritaba a Laura que por su culpa él se había convertido en eso que ahora veía. Y Laura temblaba, y suspiraba de alivio cuando él se calmaba y su discurso giraba 360 grados para decirle, como un niño indefenso, que ella era la única persona en la que podía confiar y que la quería.
Laura intentó volverse una experta en no contradecirle, en no contravenirle, en procurar que no se impacientara. Gastaba su rabia con sus personas más cercanas para ser con él perfecta y cariñosa, para estar siempre a su disposición. Pero eso no era bastante y la primera bofetada llegó cuando se equivocó al comprar un mando universal para la tele de casa de Martín, después de que él se lo pidiera.
Después de un golpe, de un insulto, de que le arrebaten a uno un trozo de su dignidad, viene el silencio y la convicción de que jamás va a volver a permitir aquello. Pero las palabras de alguien a quien se quiere quedan grabadas en la mente, y cualquiera puede caer en la trampa de pensar que en parte pueda ser culpa suya. Y caer en la trampa de creer a la persona a la que se ama cuando ésta vuelve destrozada, cruzada su cara por las lágrimas, diciendo que nunca más se repetirá lo sucedido. Cuando Martín regresó a Laura, ella creía en la posibilidad de ser feliz a su lado si él dejaba de ser el monstruo que le había demostrado ser. El propio sufrimiento es a veces tan grande que busca caminos errados para hacerse más llevadero.
Por supuesto, no fue así. Si la primera agresión vino con el mando de la tele, la segunda se produjo cuando Laura no supo colocar bien un adaptador. Martín la agarró con fiereza del cuello e intentó ahogarla hasta que, de pronto, le miró a los ojos y la soltó suavemente. Y rompió a llorar como un bebé. Y se agarró a su pierna para implorarle que no se marchara cuando Laura trató de alcanzar la puerta. Le rogó que no le dejara solo. En lo sucesivo, Laura buscó y rebuscó mil maneras de que Martín se sintiera querido, comprendido, porque aquello no les podía estar pasando a ellos. Los dos creían que su amor era especial. Pensó que tal vez regalándole un perrito Martín podría conectar con ese lado tierno de la vida. Que el hecho de cuidar de alguien más podría dormir su lado malo y hacer que aflorase su sensibilidad. Pero también fue en vano. Cuando el perro, que era una cría, le despertaba llorando de puro hambre, él lo apaleaba, e incluso en una ocasión llegó a partirle una pata. Cuando Laura presenciaba esto agarraba contra su pecho al cachorro para protegerlo pero entonces ella pasaba a ser la diana de la rabia y del sinsentido de Martín. Una vez más.
Laura logró abandonar a Martín cuando la madre de ella, que sabía menos cosas de las que debía porque su hija nunca quiso preocuparla, descubrió que en un viaje de la pareja él le había roto la nariz, literalmente, de un puñetazo. Laura, vencida ya por completo, se dejó apoyar por sus padres, que le denunciaron. Tuvo que cambiar de móvil, de hábitos, de vida. Mudar la piel y el sentimiento para tratar de olvidarle y descubrir, aun con todo, que esa iba a ser la empresa más difícil de toda su vida.
Han pasado tres años de esta historia y a Laura se le han removido los recuerdos al contarla. Ya no quiere a Martín, pero reconoce dentro de sí misma miles de huellas silenciosas que aquel dolor le dejó. Le cuesta confiar en otros hombres, expresar sus opiniones, teme desagradar a los demás. Pero también, aunque a veces ella no se dé cuenta, es mucho más fuerte. Sigue cuidando de su familia y de sus amigos y ha logrado la mayor de las conquistas: no caer en la tentación de abandonar. No dejarse contaminar y no volverse también ella agresiva. Desterrar con todas sus ganas la violencia. Y contar su historia para que ayude a que otras personas no pasen por su mismo sufrimiento. Para que nadie olvide que el camino del amor sólo puede andarse con pasos cargados de respeto.
Por último, en este cortometraje se muestra claramente el inicio de un maltrato de género.
Opinión personal. Después de realizar este trabajo, me he dado cuenta que es muy sencillo criticar cuando se habla de una mujer que sufre violencia de género y no denuncia. Creo que influye mucho su personalidad, el entorno en el que se encuentra, sus relaciones con los demás... Con todo y con eso, me parece que la mejor solución es siempre pedir ayuda a la persona más cercana. Las mujeres debemos afrontar con valentía este hecho que, desgraciadamente, no para de multiplicarse, y no permitir desde un primer momento cualquiera de los comportamientos que anteriormente he citado. Tenemos que hacernos valer y demostrar que no somos el género débil, porque nos ha costado muchos años llegar hasta donde hemos llegado. Espero que, con el tiempo, sean más las mujeres que toman las riendas de la situación y abandonan esa vida condenada al sufrimiento; o mejor, ojalá, con el tiempo, sean menos los hombres que disfrutan maltratando a sus parejas en lugar de inventando lo imposible por hacerlas felices. Todos ellos deberían aprender que el amor no se basa en el temor sino en el respeto y la confianza y, si eso se pierde, ya no queda nada.
Bibliografía.
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http://definicion.de/violencia-de-genero/
http://es.wikipedia.org/wiki/Violencia_contra_la_mujer
http://www.yosoymadresoltera.com/como-saber-si-eres-una-mujer-maltratada-senales-de-advertencia/
http://www.mujeresenred.net/spip.php?article461
http://rosacandel.es/2010/04/10/por-que-las-mujeres-maltratadas-no-abandonan-a-sus-agresores/
http://www.nodo50.org/mujeresred/violencia-am.html
http://www.20minutos.es/noticia/184298/0/mujeres/maltratadas/espana/
http://www.20minutos.es/noticia/179882/0/mujeres/malos/tratos/
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/11/24/espana/1290595315.html
http://www.publico.es/espana/412542/600-000-mujeres-han-sufrido-maltrato-este-ano
http://periodismohumano.com/mujer/laura.html
http://www.es.amnesty.org/campanas/no-mas-violencia-contra-las-mujeres/la-campana/
http://www.youtube.com/watch?v=unKIgXrQXNU
http://www.monografias.com/trabajos14/mujer-maltrat/mujer-maltrat.shtml
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http://www.youtube.com/watch?v=unKIgXrQXNU
http://www.monografias.com/trabajos14/mujer-maltrat/mujer-maltrat.shtml
Trabajo realizado por: Lucía Roldán Molinero 2ºB
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