Subscribe:

Labels

lunes, 14 de mayo de 2012

                                                             Gustavo Adolfo
                                                                BÉCQUER



Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán. 
 
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.
 
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!

Gustavo Adolfo Bécquer


Biografia


Gustavo Adolfo Domínguez Bastida (Sevilla, 17 de febrero de 1836 – Madrid, 22 de diciembre de 1870), más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer, fue un poeta y narrador español, perteneciente al movimiento del Romanticismo, aunque escribió en una etapa literaria perteneciente al Realismo. Por ser un romántico tardío, ha sido asociado igualmente con el movimiento posromántico. Aunque, mientras vivió, fue moderadamente conocido, sólo comenzó a ganar verdadero prestigio cuando, tras su muerte, fueron publicadas muchas de sus obras.
Sus más conocidos trabajos son sus Rimas y Leyendas. Los poemas e historias incluidos en esta colección son esenciales para el estudio de la Literatura hispana, siendo ampliamente reconocidos por su influencia posterior.


Obra


Cuando escribe Bécquer está en pleno auge el Realismo, cuando otros autores adscritos a esta tendencia (Campoamor, Tamayo y Baus, Echegaray) se reparten el favor del público. La poesía triunfante está hecha a medida de la sociedad burguesa que consolidará la Restauración, y es prosaica, pomposa y falsamente trascendente. Pero una notable porción de líricos se resistió a sumarse a esa corriente, y además hallaban vacía y retórica la poesía de la lírica esproncediana, la del apogeo romántico, que aún encontraban cultivada con gusto general en autores como José Zorrilla. El Romanticismo que les atrae ya no es el de origen francés o inglés, sino alemán, especialmente el de Heine, al que leen en traducción francesa —en especial la de Gérard de Nerval— o española —de Eulogio Florentino Sanz, amigo de Bécquer—. Estos autores forman el ambiente prebecqueriano: Augusto Ferrán, Ángel María Dacarrete y José María Larrea. Todos estos poetas buscaban un lirismo intimista, sencillo de forma y parco de ornamento, refrenado en lo sensorial para que mejor trasluzca el sentir profundo del poeta. Es una lírica no declamatoria, sino para decir al oído.
Las Rimas de Bécquer iban a ser costeadas y prologadas por su amigo, el ministro de la Unión Liberal de O'Donnell, Luis González Bravo, pero el ejemplar se perdió en los disturbios revolucionarios de 1868. Algunas sin embargo habían aparecido ya en los periódicos de entonces entre 1859 y 1871: El Contemporáneo, El Museo Universal, La Ilustración de Madrid y otros. El poeta, con esta ayuda, con la de su memoria y la de sus amigos reconstruyó el manuscrito, que tituló Libro de los gorriones y se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid.


Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?
Cuando la trémula mano
tienda, próximo a expirar,
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?
Cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?
Cuando la campana suene
(si suena en mi funeral)
una oración, al oírla,
¿quién murmurará?
Cuando mis pálidos restos
oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa,
¿quién vendrá a llorar?
¿Quién en fin, al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo
quién se acordará?

Gustavo Adolfo Bécquer

Las Rimas

1. Historia de las Rimas

Al morir Bécquer, no había publicado más que un pequeño número de rimas en la presa de la época. Al año de su muerte, 1871, sus amigos recopilaron y publicaron sus obras en dos tomos, prosa y verso, respectivamente. Ésta es la edición princeps o la primera que salvó del olvido la voz de Gustavo Adolfo Bécquer.
Los poemas incluidos en esta primera edición son, en general, los mismos que aparecen escritos de propia mano del poeta en un grueso cuaderno, tipo libro de actas. Este manuscrito autógrafo se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid. Sobre la cubierta de tela negra hay pegada una etiqueta en la que Bécquer escribió: Libro de los Gorriones. Gustavo Adolfo D. Bécquer. Junio de 1868.
En este libro, además de otros trabajos literarios, reconstruyó las Rimas que había entregado en otro manuscrito a su amigo y protector el ministro González Bravo, para su publicación. Este primer manuscrito había desaparecido al asaltar las turbas la casa del ministro cuando cayó su gobierno. En la edición de los amigos del poeta, éstos alteraron por completo el orden en que aparecen las Rimas en el Libro de los Gorriones y las numeraron en romanos, que es la disposición y numeración que se ha hecho tradicional.

2. Características Poéticas

Las Rimas de Bécquer son - las fijadas hasta hoy, ochenta y siete -, en su mayoría, breves poemas de una, dos o tres estrofas, en los que predominan los de cuatro versos, endecasílabos y heptasílabos combinados, en asonancia alternante en los pares y de "pie quebrado". La característica más destacada en cuanto a la métrica es que tienen un carácter indiscutible de poesía culta, pero siguen los cauces de las formas líricas tradicionales en cuanto a rima y brevedad.


Leyendas


EL BESO

Las tropas francesas entran en Toledo a principios del s.XIX. Uno de los capitanes se aloja en una iglesia junto a algunos de sus soldados. Al día siguiente, los oficiales se reúnen en el Zocodover y le preguntan al capitán que tal ha pasado la noche; este dice que un ruido le despertó por la noche y antes de dormirse pudo observar en la oscuridad una mujer hermosísima pero esta era de mármol, al lado suya se situaba otra estatua pero esta vez de un guerrero que el capitán supuso que era su marido. Al oír esto, sus camaradas deciden ir a verla esa misma noche mientras brindan con vino. Los oficiales indagan y descubren que las estatuas pertenecen a un famoso guerrero y de su esposa Doña Elvira de Castañeda. Cuando llegan todos a la iglesia se quedan fascinados y empiezan a beber. Un soldado tira el vaso de vino a la cara de la estatua del guerrero; momentos después el capitán intenta besar él los labios la estatua de Doña Elvira pero su marido, de mármol, levanta el brazo y le da al oficial en la cara; este acaba sangrando por boca, nariz y ojos.
El rayo de luna

Manrique, un hombre muy encerrado en sí mismo, noble numantino, apreciaba la soledad en un alto grado. Su mayor debilidad era la poesía y por ello su carácter solitario le permitía pensar y ejercer su mente. Una noche cálida de verano en un bosque de Soria Manrique vio una mujer vestida de blanco que a el le pareció ser la mujer perfecta; el velozmente la comienza a seguir pero ella desaparece. Durante dos meses sus esfuerzos son en vano.
Sin embargo, al regresar una noche al mismo lugar, la escena se repite, igual de fugaz; el se da cuenta de que lo que persigue es un rayo de luna que se dejaba ver entre la frondosidad del bosque en el que se encontraba.

Ello lo lleva a pensar que el amor y la gloria se esconden en un rayo de luna.


La ajorca de oro

Pedro Alfonso de Orellana amaba sin límites a María Antunez. Un día en que la sorprende llorando, logra, tras mucha insistencia, enterarse de que la mujer ansia obsesivamente hacer suya la joya de oro que lleva en uno de sus brazos la imagen de la Virgen del Sagrario, patrona de la ciudad de Toledo.
Venciendo sus anteriores resistencias, esa misma noche el enamorado arranca sigilosamente, en la Catedral, la preciada ajorca a la Virgen; pero no puede llevarla consigo, pues en el templo el ha visto seres sobrenaturales, cadáveres resucitados y horrorosas alimañas. Ante tales visiones, enloquece y cae desvanecido. A la mañana siguiente, es encontrado delirando en la iglesia, mientras retiene la ajorca en sus manos.

El monte de las ánimas

Relación entre dos jóvenes nobles, uno de ellos soriano y otro extranjero (Beatriz). Volvían de el monten de las ánimas a la ciudad el día de todos los santos y ella le pregunto por el monte de las ánimas, ya que la leyenda decía que esa misma noche repicaban las campanas del monasterio y se levantaban las almas de los muertos. Ellos van al castillo y después de la cena se van a una acogedora sala donde unas viejas contaban historias sobre demonios. Ellos no hablaba, solo se miraban a los ojos. Cuando hablaron decidieron hacerse regalos ya que ella debía marchares a su país pronto; quedaron en que él le regalaría una joya y ella le daría una banda azul que había perdido en el monte esa mañana. El joven fue a buscarla y no regresaba. Beatriz se fue a la cama pero no podía dormir, de repente vio la banda, que había mandado buscar a su amado a el monte, toda llena de sangre y desgarrada. Ella gritó y los sirvientes se la encontraron muerta de miedo.


Maese Pérez el organista

Maese Pérez es un viejo organista de la Catedral de Sevilla; éste es querido por todo el pueblo, todos admiran su forma de tocar, que alcanza su máxima brillantez en la Misa del Gallo.
Fue precisamente en esta fecha cuando murió repentinamente el viejo debido a una enfermedad que él tenía. Al año siguiente de su muerte de la catedral salía una melodía angelical pero sin embargo nadie estaba sentado tocando el órgano. Sin duda era el espíritu del viejo el que hacia las delicias de sus feligreses.



Actualidad

 Su biografía, leída en todos los países donde las personas aprenden a leer, siempre se inicia con una fecha, y una ciudad, Sevilla. Y esa ciudad ya no empieza con su recuerdo. Que aquí un torero vale más que mil poetas. De Bécquer sólo nos queda una sucia estatua alegórica, que de vez en cuando algún nostálgico se encargar de limpiar.
Y en el Museo de Bellas Artes, un cuadro de su hermano, preside una de las últimas salas del siglo XIX. Poco más, además de sus libros. Al igual que otros ilustres poetas, ni museo ni ediciones especiales, ni nada con lo que viejos y jóvenes puedan rememorar la figura de este poeta, narrador, periodista e incluso censor de nuestro pasado.


Trabajo realizado por Alvaro Mateo Cruzado  y Ramon Weber Galindo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario