Lo más deprimente y terrorífico es que el primer uso que se dio a esta fuente de energía fue el militar, con la fabricación de las primeras bombas atómicas que en 1945 fueron arrojadas por los americanos sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, matando a unas 150.000 personas; al menos 100.000 más morirían en los meses y años siguientes, por quemaduras o heridas producidas por la radiación.
La división del mundo en dos bloques, el capitalista y el comunista, trajo como consecuencia la Guerra Fría, un período marcado por las tensiones entre las grandes potencias y por la carrera de armamentos. Unos y otros se lanzaron a fabricar en masa más y más armas nucleares, cada vez más más destructivas, hasta que se llegó a un punto en el que, de haberlas utilizado, habrían destruído por completo a toda la Humanidad. El temor de que pasara tal cosa fue lo que hizo que la Tercera Guerra Mundial no llegara a estallar, y las grandes potencias llegaron a acuerdos para limitar la fabricación de armas nucleares. El colapso de la Unión Soviética y el fin del comunismo redujo mucho el peligro, pero éste todavía existe, pues son muchos los países que investigan para poder fabricar sus propias armas nucleares, como Irán o Corea del Norte.
Paralelamente, desde muy pronto se intentó aprovechar la energía nuclear con fines pacíficos. En 1951 se consiguió generar electricidad por primera vez con un reactor nuclear, en Estados Unidos, pero sería en la Unión Soviética, en 1954, cuando entraría en funcionamiento la primera central nuclear.
Una central nuclear es una instalación industrial en la que se genera energía eléctrica a partir de energía nuclear. Se utiliza material fisionable (uranio-235 o plutonio-239) que mediante reacciones nucleares proporciona calor, que a su vez, en un ciclo termodinámico se transforma en energía eléctrica. Las centrales nucleares se componen de uno o varios reactores. Un reactor es un contenedor en cuyo interior se produce una reacción sostenida y moderada gracias a elementos moderadores que mantienen bajo control la reacción en cadena del material radiactivo.
La principal ventaja de la energía nuclear en comparación con otras fuentes de energía (el carbón, el petróleo, las centrales hidroeléctricas y eólicas) es que se genera en grandes cantidades a partir de cantidades mínimas del material fisionable que se emplea, por lo que resulta más barata y virtualmente inagotable, y en principio menos perjudicial para el medio ambiente. Al principio el recuerdo del uso militar de la energía nuclear hizo que los paises no se acabaran de decidir por hacer uso de ella. Pero con la crisis del petróleo en los años 70, muchos gobiernos, que no querían depender del suministro exterior, apostaron por la energía nuclear, que se desarrolló de forma espectacular. En 1960 había 16 centrales nucleares en todo el mundo, en 1988 ya había 416. La energía nuclear parecía a muchos, y lo sigue pareciendo hoy día, la panacea universal, la solución definitiva a las crisis energéticas.
Sin embargo, ya desde 1957, se produjeron dos graves accidentes, uno en Mayak (Unión Soviética) y otro en Windscale (Gran Bretaña). Pero como se mantuvieron en secreto, hubo que esperar a 1979, en que se produjo el accidente de la central de Three Mile Island, en Estados Unidos, que dejó escapar una gran cantidad de gases radiactivos, cuando empezó a verse la energía nuclear como un gran peligro potencial.
Pero el peor desastre se produciría el 26 de abril de 1986 en la central nuclear de Chernobyl (Ucrania, entonces todavía parte de la Unión Soviética). La explosión de uno de los reactores liberó a la atmósfera material radiactivo 500 veces superior al liberado por la explosión atómica de Hiroshima. Hubo que evacuar a 116.000 personas, y la nube radiactiva se extendió no sólo por Ucrania, Bielorrusia y Rusia, sino por todo el norte y centro de Europa, llegando hasta Francia e Italia. Quedaron contaminados 155.000 kilómetros cuadrados alrededor de la central. Se tuvieron que emplear a 600.000 personas en los trabajos de descontaminación, la central fue cerrada y el reactor enterrado bajo una estructura llamada "sarcófago" para aislar el interior radiactivo del exterior. La región alrededor fue abandonada, y hoy día se pretende construir un nuevo "sarcófago" ya que el primero se está resquebrajando a causa de la radiación, y el material que encierra se calcula que seguirá siendo radiactivo durante 300.000 años. Algunos informes calculan que han muerto desde entonces más de 200.000 personas a causa del accidente, por efectos de la radiación, afectados sobre todo por el cáncer, problemas intestinales, de corazón y del sistema circulatorio, respiratorios, los del sistema endocrino y el inmunológico, y que seguirán produciéndose muchas más muertes en el futuro, durante varias generaciones, por la misma causa. Para que nos hagamos una idea, diferentes científicos sostienen que de no haberse enterrado el reactor y se hubiese construído el sarcófago, la radiación habría sido de tal magnitud que toda Europa habría quedado inhabitable.
Este suceso, y algunos accidentes menores posteriores, provocó que los gobiernos y, sobre todo, la opinión pública, hayan perdido parte de la confianza depositada en la energía nuclear, pues se ve en ella un gravísimo peligro para la salud. Desde 1988 hasta hoy sólo se han construído 27 nuevas centrales nucleares, y las exigencias y controles de seguridad se han multiplicado.
La mayoría de los gobiernos, y sobre todo las grandes empresas energéticas, insisten en que la energía nuclear, con las medidas de seguridad que se exigen hoy día, es absolutamente segura, y además necesaria porque no podemos seguir dependiendo únicamente del petróleo (que antes o después acabará agotándose) y porque las otras fuentes de energía son absolutamente insuficientes. La civilización industrial moderna exige una cantidad cada vez mayor de energía, y si no se le suministrara, la economía se hundiría y la misma civilización actual se vendría abajo.
Por contra, los movimientos antinucleares no han dejado de crecer y extenderse por todo el mundo. El más importante es el movimiento ecologista Greenpeace. Así, en Estados Unidos y en Europa, sobre todo desde el accidente de Chernobyl, el movimiento antinuclear no ha dejado de manifestarse, de oponerse a la construcción de nuevas centrales nucleares, de exigir el cierre de las que existen, e incluso de bloquear el paso de trenes cargados con residuos nucleares. Éstos últimos son otro problema más, pues son residuos que contienen elementos químicos radiactivos que producen las centrales, y que es necesario almacenar en lugares seguros para evitar la contaminación radiactiva.
En España se empezó a investigar la energía nuclear a partir de 1945, con fines militares, pues Franco quería fabricar la bomba atómica, aprovechando los yacimientos de uranio existentes en nuestro país. Sin embargo, los progresos fueron muy lentos, y la investigación militar se abandonó en 1981, ya en plena democracia, por presiones del gobierno americano. Los mismos americanos, sin embargo, ayudaron a España a construir sus primeras centrales nucleares. La primera, la de Zorita, se inaguró en 1969. Actualmente existen ocho en funcionamiento, pocas en comparación, por ejemplo, con Francia, que tiene 54.
Ésto se debe a la oposición del PSOE, que llegó al gobierno en 1982, y que restringió con una moratoria aprobada en 1984, dos años antes de Chernobyl, los ambiciosos planes en curso para construir un gran número de nuevas centrales nucleares. En 1991 se paralizó y luego se suspendió la construcción de cinco nuevas centrales, causando grandes pérdidas a las compañías eléctricas. Aún así, en 1992 se aprobó el Plan Energético Nacional 1991—2000, en el que, aún manteniéndose la moratoria nuclear, se potenciaba la investigación y se resaltaba que la energía nuclear ayuda a garantizar el suministro eléctrico. De hecho, buena parte de la electricidad que se consume en España se compra a las centrales nucleares francesas, ya que aquí no contamos con medios para producir la que necesitamos. Y eso a pesar de que las mejoras en los reactores existentes ha aumentado notablemente la producción.
Sin embargo, y aunque nunca se han producido accidentes de gravedad, España ha tenido muchos incidentes nucleares a lo largo de su historia reciente. El más grave fue el de la central de Vandellós I, en 1989, en que se incendió la sala de turbinas; el coste de las reformas que había que hacer para asegurar la central era tan grande que acabó siendo cerrada.
Años antes, en 1966, dos aviones militares americanos chocaron y cayeron a tierra y al mar, cerca de Palomares (Almería) cuatro bombas termonucleares, que no estallaron, pero esparcieron 20 kilos de plutonio radiactivo. El entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, se bañó en la playa delante de las cámaras para "demostrar" que no había pasado nada de nada.
En 2004 se produjeron escapes radiactivos en la central de Vandellós 2, y en 2007 en la central de Ascó 1. Lo peor fue que la empresa no lo informó, y se supo después por denuncias de los propios trabajadores, divulgadas por Greenpeace. En los últimos años, las centrales de Santa María de Garoña, de nuevo Vandellós 2, y la de Cofrentes, han sufrido diversos accidentes menores. El problema principal, según los ecologistas, es que las empresas no se preocupan gran cosa de la seguridad, pues ésta cuesta mucho dinero y reduce sus beneficios económicos.
Otra cosa que preocupa especialmente a los ecologistas es la posibilidad de un atentado terrorista, que podría provocar deliberadamente una catástrofe, y para lo que no se toman medidas preventivas suficientes.
Otro problema es el de los residuos nucleares, para lo que está en proyecto desde 2009 un Almacén temporal centralizado que aún no tiene una ubicación decidida (sobre todo porque nadie quiere tenerlo cerca). Existe ya, sin embargo, un Almacén para residuos de baja y media actividad (menos radiactivos) en El Cabril, en la Sierra Albarrana, en Córdoba, en contenedores de hormigón a prueba de terremotos.
Precisamente, en 1974, se suspendieron las obras de construcción de una central en Cope (Murcia) porque se descubrió que esa era una zona de riesgo sísmico. Afortunadamente, porque el terremoto que asoló Lorca el pasado 11 de mayo se produjo a sólo 20 kilómetros de allí.
El reciente accidente nuclear de Fukushima, el pasado mes de marzo, a causa precisamente del terremoto de Japón y del tsunami que vino a continuación, que ha causado hasta ahora 32 muertos pero cuyas consecuencias a largo plazo son aún imprevisibles (los expertos le atribuyen casi la misma gravedad que el de Chernobyl) ha reabierto con más fuerza que nunca, en España y en todo el mundo, el debate sobre la energía nuclear. Cada vez son más los que se oponen a ella, presionando a sus gobiernos para que la prohíban. En Alemania, la primera ministra Angela Merkel, que quería prolongar la vida útil de las centrales, se ha visto obligada a decidir el cierre de todas las centrales nucleares de su país antes de 2022.
En España, los partidos políticos sostienen posturas diferentes. Mientras que el PSOE no quiere abrir nuevas centrales pero acepta prolongar la vida activa de las que están en funcionamiento, el Partido Popular les acusa de ser unos irresponsables y no descartan el uso de la energía nuclear. Izquierda Unida y muchos partidos nacionalistas se oponen rotundamente y quieren cerrar todas las centrales de forma definitiva.
Por su parte, las organizaciones ecologistas, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción y Greenpeace, entre otras, han redoblado sus esfuerzos para convencer al público y a los políticos no sólo de la necesidad urgente de renunciar a la energía nuclear, sino de que es posible establecer un calendario para sustituir esta fuente de energía por las energías renovables, de aquí al año 2020.
Y las encuestas, ya incluso antes del accidente de Fukushima, demuestran que la mayoría de los españoles percibe la energía nuclear como potencialmente peligrosa para la salud de los seres humanos y para el medio ambiente. En la mayor parte de Europa ocurre igual.
El futuro nos dirá qué ocurrirá al final. Pero esperemos que, entre tanto, no ocurra una nueva catástrofe, en ninguna parte, tanto o aún más grave que la de Chernobyl o que la de Fukushima, y la Humanidad no tenga que arrepentirse de haber cerrado, cuando estaba aún a tiempo, la Caja de Pandora moderna que muchos consideran que es la energía nuclear.
Fuentes consultadas:
-V.V.A.A., Enciclopedia Visual Salvat , Salvat Editores, S.A., Barcelona, 1978
-CASTEJÓN, Francisco, ¿Vuelven las nucleares? El debate sobre la energía nuclear, Talasa Editores S.L., Madrid, 2004
-MITTICA, Pier Paolo, Chernobyl, herencia oculta, Ellago Ediciones, Ponte Caldelas, Pontevedra, 2006
-PASTOR, Xavier, En defensa del medio ambiente: las propuestas de Greenpeace, Galaxia Guttemberg, Barcelona,1999
http://es.wikipedia.org/wiki/Energ%C3%ADa_nuclear_en_Espa%C3%B1a
http://es.wikipedia.org/wiki/Energ%C3%ADa_nuclear
http://es.wikipedia.org/wiki/Accidente_de_Chern%C3%B3bil
http://es.wikipedia.org/wiki/Bombardeos_at%C3%B3micos_sobre_Hiroshima_y_Nagasaki
http://es.wikipedia.org/wiki/Accidente_nuclear_de_Fukushima_I
Videos:
Hiroshima:
http://www.youtube.com/watch?v=3iJKPDg209M
Palomares:
http://www.youtube.com/watch?v=k5km6wJs7L4
Chernobyl:
http://www.youtube.com/watch?v=2DFLqJQXJQw&feature=fvst
Vandellós:
http://www.youtube.com/watch?v=h0OQaKeR8pU
Fukushima:
http://www.youtube.com/watch?v=pXLPNGIaVVs&feature=fvsr
Movimiento antinuclear en España:
http://www.youtube.com/watch?v=G5kxnbpw6bs
Chernobyl y las centrales nucleares españolas:
http://www.youtube.com/watch?v=jFuTqPBygX0
Marta Olivera González 2ºA
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